“Stéphane Hessel ha puesto el dedo en la llaga de un deseo de indignación. A la izquierda le toca ahora transformarlo en futuro”.
En todos los rincones del planeta están creciendo los indignados del mundo: les hemos visto estos días en Túnez y en El Cairo, en Argel y en Casablanca, les tenemos a la vista en Trípoli, en Yemen y en Bahrein, se están manifestando a trompicones en los arrabales de las grande ciudades chinas, se han dado una cita semanal para, envueltos en bufandas moradas, acabar con el régimen de corrupción y obscenidad que está dejando la sociedad italiana con más huecos que un queso de gruyére... Los “indignados” salen de la tierra, de las macetas, suben de los sótanos y bajan de las terrazas, como surgía la “minoría étnica” en la magnifica película “Amanece que no es poco”, auténtica joya del mejor surrealismo hispano que ha dado el siglo XX.