El
pasado 19 de julio más de cien mil personas manifestaron por las calles de Gijón su total rechazo a los
recortes impuestos por el gobierno de Mariano Rajoy. Ya son muchos los días en
los que diversos colectivos llaman a la movilización de la ciudadanía. Los
principios fueron duros, pero todos nos estamos sacudiendo la resignación y las
protestas están adquiriendo el carácter de masivas por toda España. Se trata de
un movimiento creciente de toma de conciencia de que esto no puede seguir así.
Desde aquí animamos a que todos prosigamos en esta tarea, es fundamental. Nos
lo jugamos todo
Qué
más se puede decir que no se haya dicho ya respecto a los recortes. El propio
Gobierno reconoce lo injusto de sus decisiones y se ampara en que no puede
hacer otra cosa. Tiene que elegir entre lo malo y lo peor. Desde el Gobierno, y
todos sus medios de comunicación afines, se potencia la resignación, la
inacción, el abandono de toda esperanza. Ello conduce, si no lo remediamos, a la
inevitable transformación de los ciudadanos de este país, seremos súbditos y,
por tanto, seres sometidos quizá no a la soberanía de un rey, como antaño, pero
sí, a la soberanía de eso que llaman los mercados.
Las
nuevas medidas adoptadas y las anteriores, hacen pagadores de esta crisis a
parados, clase trabajadora y clase media de este país. Todo el mundo reconoce que
no son los responsables, pero nuestros gobernantes insisten en que no hay más
remedio. Y no es verdad, se pueden hacer otras cosas, se puede luchar contra el
fraude fiscal, se puede hacer pagar más a los más ricos, se puede establecer un
impuesto a las transacciones financieras, se puede crear empleo con un sector
público como el de los países del norte de Europa. Claro que se pueden hacer otras
cosas, se puede obligar al BCE a que actúe sobre nuestra prima de riesgo, por
supuesto, que se pueden hacer otras cosas, pero éstas son justamente las
contrarias de las que se están haciendo.
Las
políticas aplicadas en España en los últimos meses dejan una situación cada vez
más alejada de lo que fue la envidia en el pasado, el modelo social europeo.
Estas políticas incumplen un artículo fundamental de nuestra constitución:
España ya no es un estado social, democrático y de derecho. El Estado del Bienestar
en España está muerto, si me lo permiten, muerto antes de alcanzar la
adolescencia, pues tal denominación en el caso español era, cuando menos, una pequeña exageración.
Las
políticas de austeridad nos llevan al desastre, a la ruina como país, entre otras
cosas, porque lo que se está aplicando no es austeridad. La austeridad es
eliminar lo superfluo, y yo estoy de acuerdo, y en tiempos de crisis aún más.
Lo accesorio, lo prescindible no debe tener cabida en la administración
pública, sinceramente, creo que nunca lo ha tenido. La supresión de empleo
público y la reducción de los salarios a través de la eliminación de la paga extra de navidad,
nada tienen que ver con la austeridad. Además, tendrá efectos perjudiciales
para la economía y para el servicio
prestado, y lejos de solucionar el problema, probablemente lo agravará, por la
consiguiente reducción del consumo.
Con
todo, lo más importante, a mi juicio, es el secuestro de nuestra aún incipiente
democracia. El actual partido en el poder gana las elecciones con un programa
electoral que nada tiene que ver con las políticas aplicadas a lo largo de
estos últimos meses. Se rompe así, el contrato social que se forma entre el
partido vencedor y sus votantes, en particular, y el resto de los electores, en
general. Se acaba, así, con la escasa participación ciudadana que la democracia
representativa nos ofrece.
En
nuestra mano está revertir tal situación. Los ciudadanos y ciudadanas de este
país tenemos que hacer ver a nuestros gobernantes que no estamos dispuestos a
tal estafa. La crisis y la incompetencia del gobierno de Mariano Rajoy nos están llevando al abismo, a un proceso de deterioro
que promete conducirnos por un oscuro túnel a las puertas del siglo XIX en
materia de derechos. No podemos esperar a las próximas elecciones, me temo que
será muy tarde. Es necesario continuar con la presión y obligar a aquellos que
amparados en los resultados electorales se permiten la desfachatez de aprobar
leyes que nada tienen que ver con lo contenido en sus programas electorales.
Es
el momento de cambiar el curso de las cosas. Es el momento de tomar las riendas
de este país, y por extensión de nuestras vidas. Ya lo dejó escrito el poeta:
“por si no lo saben de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas
el ahora”.
Ahora
es el momento. La presión popular debe obligar a la rectificación, o en caso
contrario a la convocatoria de un referéndum para que los ciudadanos nos
manifestemos sobre estas medidas impuestas e injustas. Los mercados no pueden
dictar las políticas.
El
pasado jueves, por las calles de Gijón se desarrolló una manifestación
multitudinaria, intensa y necesaria. Muchos gritábamos sí se puede. Todos sabemos
que nada que realmente valga la pena, se
consigue sin esfuerzo, los docentes mejor que nadie. Por tanto, habrá que
seguir esforzándose porque sí se puede.