lunes, 19 de noviembre de 2012

LAS REVÁLIDAS: UNA CARRERA DE OBSTÁCULOS

La evaluación no sólo consiste en valorar las aptitudes de un alumno a través de la realización de una serie de pruebas escritas. La evaluación es un proceso complejo en el que además de las aptitudes del alumno se califican sus actitudes (el conocimiento adquirido en la etapa anterior, el esfuerzo realizado durante el curso, su participación activa en el desarrollo de las clases, la realización de las actividades y ejercicios voluntarios, la asistencia a las actividades extraescolares, etc). Pero además la evaluación afecta a los profesores, su trabajo programado en la programación didáctica y su capacidad para llevarlo a la práctica en la clase, así como la toma de notas sobre aquellos aspectos que son susceptibles de mejora y que deben ser modificados para alcanzar un mejor rendimiento.



Es un elemento muy significativo en el anteproyecto de la LOMCE la implantación de pruebas de evaluación a nivel nacional en cada etapa educativa. La Ley se ampara en estudios internacionales que, con demasiada frecuencia, se tergiversan y manipulan para avalar las propuestas del gobierno. Uno de los estudios más recurrentes es el Informe PISA. Cada tres años, por navidad, vuelve el informe PISA, el próximo, en diciembre. Vaya por delante que lo que se valora en el mencionado Informe no son los conocimientos sino las capacidades de los alumnos para poner en práctica lo que han aprendido en tres competencias: la comprensión lectora, la capacidad matemática y la capacidad científica, Quedan fuera de PISA, como señala el profesor Gardner, los principios y valores personales que tienen los alumnos, la ética individual o social, la moral, las capacidades afectivas y emocionales, los temas transversales como la educación afectivo sexual, el compromiso de las personas con otras culturas, la educación medioambiental, etc. Quedan fuera de PISA la educación humanística que, según el reciente premio Príncipe de Asturias, es el ingrediente más importante para la salud de la democracia. Quedan fuera de PISA el cultivo de la imaginación, la capacidad para argumentar y defender una idea, el pensamiento crítico y otros tantos aspectos que se trabajan en nuestros centros educativos.

Con todo, no se pretende aquí rechazar PISA, o cualquier otro informe que pudiera utilizarse, ahora o en el futuro, como instrumento de evaluación del sistema educativo. Lo que se pretende, en realidad, es interpretar los resultados en su justa medida. El último informe, admitiendo las variaciones por comunidades, nos ha colocado en 484 puntos frente a los 496 de media de la OCDE. Si representamos la media como el 100% España estaría en el 97,6%. Las distancias no son tan grandes si tenemos en cuenta de dónde venimos y que nuestro presupuesto en educación es sensiblemente inferior al de los países de nuestro entorno. Suspendemos en “excelencia”, son muy pocos los alumnos españoles que llegan a esta categoría, pero sacamos sobresaliente en equidad. La tasa de abandono escolar es muy preocupante pero es muchísimo superior en aquellas comunidades autónomas donde la burbuja inmobiliaria actuó como reclamo para aquellos jóvenes que buscaban dinero fácil. La mala integración de los ciudadanos inmigrantes hizo el resto. El partido en el gobierno vio la botella medio llena y los de la oposición medio vacía, lo habitual.

Lo llamativo, es que, supuestamente, se utilicen estos resultados para plantear una reforma de tanto calado como la LOMCE. Uno de los aspectos más característicos de ésta, son las reválidas. Se plantean dos en primaria, una al finalizar 3º y otra al finalizar 6º, otra al finalizar 3º de ESO y otra al finalizar la secundaria para poder obtener el título de Graduado en Educación Secundaria. La reválida al final de la ESO, supone que si un alumno suspende no podrá seguir estudiando ni F.P. ni Bachillerato. Otra reválida más, para poder obtener el título de bachillerato.

No es necesario haber superado muchas pruebas de evaluación para prever hacia dónde nos conduce esta carrera de obstáculos; al incremento de la tasa de abandono escolar, a la selección del alumnado y al aumento de las repeticiones, algo que la propia OCDE considera inútil y caro. Es muy posible que las distintas reválidas mejoren el nivel educativo de los que continúan estudios, pero ello, es buscar la excelencia, algo que motiva a muchos de nuestros políticos, de unos pocos a costa de dejar sin formación a muchos de nuestros jóvenes.

Todo sistema ha de ser evaluado, claro que sí, pero se evalúa para corregir y para mejorar, y ese no es el espíritu de la ley. En la LOMCE se habla de “rendir cuentas”, por tanto, en el enfoque de las pruebas no parece estar la necesidad de adoptar medidas para mejorar sino el de castigar a quien no cumple objetivos, disminuyendo los recursos al centro, por ejemplo. La educación está determinada, así, por el mercado y se abandona una perspectiva educativa como servicio social a la comunidad a la que se sirve.

El fin es el establecimiento de un ranking de centros conocido por todos, que irremediablemente introducirá una competencia feroz por tener los mejores alumnos para no perder los recursos, es el modelo de Inglaterra que ni es un ejemplo de resultados académicos ni de convivencia pacífica en las aulas.

Como es evidente, no sólo se evalúa a los alumnos, también a los centros y al profesorado. Respecto al profesorado, la Administración muestra una absoluta desconfianza en lo relativo a su profesionalidad. La continuidad de los alumnos no dependerá de los docentes sino de los agentes externos que se encargarán de las pruebas, se pone fin a la evaluación continua.

Hay una amenaza más, se corre el riesgo de que los centros en esta vorágine competitiva enfoquen el estudio a la superación de la prueba, y no olvidemos que preparar una prueba no es lo mismo que aprender, y si no que le pregunten a los profesores y profesoras que imparten 2º de bachillerato por su relación de “amor y odio” respecto a la PAU.

Falta por aclarar algunas cuestiones que no son menores. ¿Cuánto costarán estas pruebas?, ¿quiénes son esos agentes externos que se llevarán buena parte del pastel? Y ¿cómo se hará compatible que los responsables últimos de una titulación oficial no sean funcionarios de carrera?

Para bien o para mal, los resultados académicos de nuestros alumnos no dependen exclusivamente de nuestro trabajo, esfuerzo y dedicación. Influyen otros factores como señalan los propios autores del informe PISA en su análisis de los resultados, aspectos como las condiciones socio-económicas o el nivel de formación de los padres suponen, según Pisa, hasta el 15% de la nota. Esta maravillosa profesión no fabrica tornillos, cuya producción sería fácilmente cuantificable, produce otra cosa, por eso es tan difícil de comprender que este planteamiento no pretenda otro objetivo que beneficiar a otro tipo de educación. Ni el mismísimo Usain Bolt, el hombre más rápido del mundo, sería capaz de vencerme en una carrera de 100 metros lisos si saliera 500 metros más atrás. A los profesores de este país se les pretende embarcar en una competición, sabiendo que no todos parten del mismo punto de salida, y sabiendo que los recursos, en estos tiempos cada vez más escasos, no irán a parar allí, donde en buena lógica, serían más necesarios.

Este disparate sólo es posible en el actual contexto de crisis donde la ideología ultraconservadora y el adoctrinamiento ideológico campan a sus anchas. En fin, todos sabíamos que esto no iba a ser fácil, pero como se dijo en el pasado, la única lucha que se pierde es la que se abandona.